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miércoles, 18 de abril de 2007

Y un encuentro ocasional (Crónica)

La suerte

Los rumores llegaban a oídos de todos los asistentes. El maestro una vez más decepcionaría a sus discípulos y todo quedaría en una sensación de desconcierto y abstinencia. Llegó el día esperado, eran las seis de la mañana y el bochorno no acostumbrado concluía sus efectos en cada uno de los cuerpecitos que venían de Bucaramanga y me imagino que también de otras ciudades. El Gemelo y yo entramos al salón Getsemaní, era el inicio del IV congreso internacional de la lengua española que según los diarios se celebra cada tres años en países oficializados con dicho idioma. Sin embargo, lo importante no era que se celebrara en diferentes países, sino que Colombia por primera vez le daría una verdadera importancia a los estudios humanísticos y considerados desde hace épocas “los no productivos para el país”.

La solemne sesión inaugural del congreso comenzaba a las diez de la mañana pero las puertas del auditorio se cerraron a las 8:45 en punto. El gemelo y yo alcanzamos a entrar con un sentimiento de satisfacción cuando nos enteramos que a los asistentes no los dejaban entrar y que los remitían a otro salón donde observarían la sesión en pantalla grande. El sentimiento era inexplicaba, por primera vez éramos parte del grupo elitista de Colombia, estábamos sentados entre los periodistas que se organizaron de forma horizontal al auditorio y nos emanaba una ansiedad y curiosidad de lo que pasaría ahí adent
ro.

La sesión

–Llegó Gabo, Llegó Gabo. Gritó a gran pulmón una señora desconocida. De repente la multitud se levantó y con inmensa alegoría recibían incómodamente al maestro esperado, si, era Gabriel García Márquez que con su inconfundible atuendo blanco nos llenó de gran alegría. Los murmuros y chismes anteriores sólo eran eso, por que realmente había llegado. Las personas se le tiraron encima, los periodistas y camarógrafos lo asfixiaban y la junta directiva decidió retirarlo por el momento del sitio. Diez minutos después llegaron el rey y la reina de España acompañados por el presidente de la república, Álvaro Uribe Vélez. Luego de estar sentados en el estrado, otra vez realizó su entrada simbólica nuestro Nóbel patriota que levantando los brazos en forma de puño nos decía: lo logramos pelaos, lo logramos.

Las primeras intervenciones fueron de Belisario Betancurt, Tomás Eloy Martinez, Antonio Muñoz Molina y el director del instituto Cervantes César Antonio Molina, todos ellos preparados con su discurso acerca del laborioso trabajo que fue organizar el congreso, la importancia de los estudios del español, la oficialización con el país para la impronta de la nueva gramática española que según decían desde Medellín, condensaba nuevas palabras hispanoaméricanas como la evidencia de la integridad de la lengua entre su misma diversidad. Dicho todo eso y más, se continúo con un fragmento documental de Luis Fernando Pacho Botía titulado “Buscando a Gabo”. En ese momento la gran pantalla frente a nuestros ojos comenzó a pasar una serie de imágenes de nuestro escritor Colombiano en Homenaje, sus familiares, sus amigos y otros en una complicidad única expresando secretos e intimidades de la vida del autor. El documental poseía una música de fondo que lograba incorporar al espectador como a una realidad fantástica. Yo sentía un poco de nostalgia, no se porque, pero mi mente me decía: -tan raro, estas cosas sólo las hacen cuando los autores reconocidos se mueren. Pero este pensamiento fue interrumpido por el comentario de mi gemelo: -yo no entiendo por que tanta algarabía con la esposa de Gabo. Sentí que la sangre me fluyó a la cabeza, de pronto por que lo tomé como un pensamiento machista e insensato al no reconocer la obra de Doña Mercedes y le dije: -¡ja! Para tu información ella mantuvo a Gabo mientras él escribía cien años de soledad y si no fuera por ella esa obra nunca hubiera culminado. Los dos guardamos silencio.

El Homenaje

Terminado el fragmento de video, comenzó el homenaje a Gabriel García Márquez con palabras del señor Carlos Fuentes, recordé que precedentemente mi anterior profesora de novela, Yolanda Carrillo, me había comentado que lo que más esperaba del congreso eran las intervenciones de este personaje. El discurso titulado “para darle nombre a América” condensaba toda una experiencia de vida alrededor de Gabo, conocerse, publicar sus cuentos, visitar museos en México y demás, que ocasionaban al oyente una actitud atenta, interesante y hasta envidiosa por lo vivido. El público lo aplaudia incesantemente por cada estrofa de su escrito, ya sea por sus comentarios irónicos o por sus expresiones jocosas refiriéndose a las actitudes del agasajado, el nos decía que la iluminación de cien años de soledad se reflejó el día en que García Márquez le dijo: -Fontacho, ¿Qué vamos hacer? ¿Salvar al cine Mexicano o escribir nuestras Novelas? La afluencia se rió, pero no con una risa cómica sino una que expresaba lo insólito de una decisión.

Detrás de las palabras de Carlos Fuentes, seguían las del señor Víctor García de la Concha que inigualablemente ocasionó un millar de impresiones al espectador. Relató el día en que Gabo con su madre visitaron a su ciudad natal Aracataca, encontrando una realidad fantasmagórica y dejándole una visión mística al ver a su mamá llorar abrazada de su comadre por un lapso de media hora. El gemelo y yo no lo imaginábamos, nos preguntábamos ¿Cómo era posible que una persona lograra crear tan brillante obra a partir de esa imagen onírica? -Definitivamente la imaginación se nos ha atrofiado. Dije en voz alta. La atención establecida de golpe se vio interrumpida con la entrada tardía del expresidente de los Estados Unidos de América, Bill Clinton. Era extraña la sensación, ver en persona un protagonista con tanta historia mundial, con tantos escándalos pero al mismo tiempo tan simpático no sólo físicamente sino que también emanaba una calidez un poco superficial. Su llegada como con siete si no más de guardaespaldas dentro del auditorio ocasionó la algarabía y el desorden de la gente que en pocos minutos se le pidió silencio. El homenaje continúo y se le entregó en sus propias manos a Gabriel García Márquez la edición conmemorativa de Cien años de soledad, preparada por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española. El tumulto aclamaba a su maestro ejemplar y él con una expresión entremezclada de gracia, gloria, pena, dicha y regocijo volvió alzar sus puños juntos con el libro y parecía elevarse entre nosotros. Los reflejos de las cámaras no terminaban de parar, los aplausos no descansaban, la gente se levantaba y todo se convirtió en un templo de complicidad que pocos tuvimos la suerte de vivir, todos nos alegramos por él, todos compartimos sus méritos y por primera vez en la vida, lo repito, sentí que en Colombia hubo un momento donde las envidias y los terrores no existían.

El momento esperado

Lamentablemente, más tarde nos enteramos que a esa misma hora los niños del chocó se morían de hambre y ni un minuto de silencio les fue conferido. Una vez más, nuestro país, furtivamente trataba de esconder a sus visitantes internacionales la auténtica realidad. El homenaje siguió en pie con los discursos del Rey de España y el Presidente Álvaro Uribe Vélez, quienes expresaban su diplomacia y atención a las labores ejercidas por el autor. El momento llegó, las palabras del mismo Gabo eran ovacionadas, se acercó al púlpito y comenzó a departir su experiencia y el surgimiento de su obra cumbre, que ya era considerada como el quijote latinoamericano. Sus agradecimientos a su señora esposa Doña Mercedes por su incondicional compañía y ayuda, me permitieron decirle a mi gemelo: - te lo dije. Naturalmente ese momento no se podia perder, me levante sin ninguna pena y grabé con el celular toda su oratoria que aunque no tiene gran definición si dejaron sus palabras dichas y hechas.

La despedida

Finiquitado su momento, entró a todo fulgor la agrupación musical “Los niños vallenatos” dirigidos por el director Andrés Turco Gil que con su papayera le dieron color y sabor a este gran homenaje. La música fue la señal del inicio de una gran lluvia de mariposas amarillas, que caían mágicamente sobre nuestras cabezas, la alegría era incontrolable, los movimientos de cadera también. Poco a poco los niños musicales se acercaban al maestro y le decían: - y una mariposa amarilla es un pescadito de oro, y una mariposa amarilla es un pescadito de oro, Gabo no dice nada y por eso es que canta conmigo... el marco se completó, la historia terminó. Minutos después, mi gemelo y yo bajamos a tomarle unas cuantas fotos a García Márquez y se despidió de nosotros. Una imagen de un adiós infinito nos llenó de nostalgia y pensamos:- Por fin conocimos al maestro.

Stefany Carrillo García

1 comentario:

papanatas dijo...

Muy buena crónica. cumpliste con todos los parametros de cómo hacerla megusto mucho . Debes pulirla más como a todos los escritos que uno haga. Fue una muy buena experiencia la de Cartagena.